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Informe especial - Producción de carne bovina en Argentina

“El 95% del tiempo deberíamos destinarlo a hacer un buen diagnóstico”

La recolección de información y el seguimiento de los planes sanitarios son dos elementos centrales para mitigar las pérdidas que genera el sector por no atender la salud animal de forma certera.
1 de octubre de 2017 - 00:16

En la ganadería argentina las enfermedades parasitarias generan pérdidas por $ 14.000 millones al año. A su vez, las reproductivas representan otros $ 6.300 millones; las infecciosas, $ 4.200 millones; y las carenciales, $ 3.500 millones. Es decir, un total de $ 28.000 millones.
Esa es la cifra de pérdidas que genera la falta de un manejo sanitario adecuado en la producción ganadera argentina, en base a un relevamiento que realizó la Cámara Argentina de Productos Veterinarios (Caprove), en 2015.
Para el Dr. Fernando Luna, referente del Laboratorio CDV, el rol de la sanidad en la producción es fundamental. “Todos sabemos la importancia que tiene, pero me pregunto si el productor está al tanto de su relevancia en los resultados económicos”, comienza. Y sigue: “Quizás, muchas veces, el ganadero tiene otras prioridades como el estado de los caminos o el acceso a electricidad, pero desde ya que también debe preocuparse por aplicar las vacuna en tiempo y forma, por ejemplo, o aplicar un plan antiparasitario”.
Por su parte y desde Biogénesis Bagó, Juan Cruz Muriel pone el acento en el veterinario. “Tenemos la obligación de seguir haciendo extensión, dando a conocer los beneficios y bondades de las tecnologías disponibles para intentar un cambio en la mentalidad del productor y ayudarlo a cumplir con el gran desafío de la producción eficiente”, afirma.

El principio de todos los males
La mirada del Dr. César Fiel, del área de Parasitología Facultad de Ciencias Veterinarias de Tandil, sobre la presencia de parásitos en la producción sostiene que, si se pone la lupa sobre la recría, está entre los primeros lugares en cuanto al impacto productivo. “Para los sistemas pastoriles, en aquellos animales desde el destete hasta la primera primavera, resultan claves los primeros siete u ocho meses. En ese periodo y sobre los 25 a 30 kilos de mermas si se presenta el problema de forma subclínica, debemos saber que al llegar las diarreas, estaremos hablando de pérdidas de hasta 50 kilos. En otras palabras: si un animal muere por problemas de parásitos, tiene que tener en cuenta que ya venía perdiendo de 50 a 60 kilos”, asegura Fiel.
Según Caprove, la inversión en antiparasitarios por parte de los productores ascendió a “solo” $ 430 millones, en 2015.
“A pesar del esfuerzo comunicacional y los más de 2.300 profesionales que han pasado por nuestros cursos, como así también los 2.600 ganaderos en nuestras charlas, no logramos el impacto que esperamos”, admite el profesional. Y sigue: “Sabemos que la transferencia de conocimiento no es sencilla, y los entes gubernamentales no destinan demasiado dinero en estas causas, por lo cual el ganadero no tiene real dimensión del problema que genera el tema parásitos y mucho menos a la resistencia de los antibióticos, que es otro gran tema que muchas veces pareciera perderse de vista”.
Pensando en la solución, Fiel asegura que algunos puntos no se negocian: “En recría hay dos desparasitaciones fijas, después del destete y la segunda quincena de noviembre; en el medio, quedan tres o cuatros muestreos parasitológicos que serían esenciales realizarlos entre otoño e invierno. No logramos trasmitir esto con claridad como para que se implemente”.
A su vez, refuerza que, los organismos oficiales que generan información no tienen herramientas de difusión, por lo cual los veterinarios pasan a tener un rol central a la hora de transferir la tecnología. “El productor necesita soluciones no solo conocimiento. Entonces, el veterinario debe darle soluciones en el marco del conocimiento”, aseguró.

La amenaza del norte
“En los últimos 20 años fue real el avance de la agricultura sobre las tierras más productivas del país, que dejo en muchos casos a la vaca destinada a zonas más marginales donde suele verse comprometida su condición corporal. Sabemos que las vacas que ingresan en un anestro nutricional profundo son muy difícil de preñar nuevamente”, repasa Muriel. Y avanza: “También es real que desde la misma época existen tecnologías que permitirían sortear estos obstáculos y mejorar los índices reproductivos, como la utilización de hormonas en protocolos de sincronización, para sacar a las vacas del anestro, hacer un destete precoz, realizar una correcta crianza de las hembras en su etapa de recría, suplementar nutricionalmente a los animales o sembrar pasturas. Es evidente que estas prácticas no se han masificado lo suficiente entre los productores como para provocar un impacto positivo en los índices del país”.
“Si tomamos solo la zona de control del norte de Santa Fe en adelante, y contemplamos 60 garrapatas por animal sobre un universo de 10 millones de cabezas, las pérdidas por este concepto ascienden a unas 80.000 toneladas de carne por año”, aporta algunas cifras el médico veterinario y consultor privado César Mattos sobre una de las principales problemáticas del sector.
“Más allá que el problema se circunscribe al centro-norte del país, su presencia es una problemática nacional ya que los flujos van de norte a sur, donde hay zonas de invernada”, amplia el profesional.
Sin embargo, el principal problema con respecto a este contratiempo en la producción, es que “no se lo reconoce como una enfermedad”.
Para Mattos, al no observarse las perdidas, no se hace un trabajo adecuado y se utiliza cualquier producto parasitario para combatir las garrapatas.
Luna va más allá y sostiene que, el gran ítem a mejorar es la toma de datos. “Si se quieren implementar mejoras debemos medir; así, el 95% del tiempo deberíamos destinarlo a hacer un buen diagnóstico y ocupar el 5% restante a ejecutar el plan”, señala el hombre de CDV.
Para Muriel, el rol de veterinario es clave en la comunicación y debería ser quien proponga, ejecute y lleve adelante los planes sanitarios. “Aún nos encontramos con productores que no cuentan con asesoramiento profesional, que toman sus propias decisiones y solo consultan al veterinario cuando tienen algún problema”.

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